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5-8 Antes de llegar a la casa, el ángel le dijo a Tobías:

«Estoy seguro de que tu padre volverá a ver. Si le pones la hiel del pescado en los ojos, se le quitarán las cataratas y volverá a ver».

Ana estaba sentada, con la mirada fija en el camino. De repente, sin verlo ni oírlo, sintió que su hijo se acercaba, y le dijo a su esposo: «¡Ya viene tu hijo con su amigo!» Entonces salió corriendo y, con lágrimas en los ojos, abrazó a Tobías y exclamó: «Hijo mío, qué alegría volverte a ver; ¡ya puedo morir tranquila!»

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